Por
Rafael Guzám
Catedrático
de Historia del Arte de la Universidad de Granada
Extraído del Curso La Alhambra. Historia, arte y patrimonio
Tras
el surgimiento del Islam en el siglo VII con el profeta Mahoma, los musulmanes iniciaron un rápido
proceso de expansión territorial desde la Península Arábiga que los llevó a la
conquista del próximo oriente, India y centro de Asia por el Este, ocupando por
el oeste el norte de África y llegando a la Península Ibérica en el año 711.
Aquí
se enfrentarán con el reino visigodo conquistando el territorio hasta el sur de
Francia donde fueron derrotados por Carlos Martel en el año 732 en la batalla
conocida como Poitiers.
Tras
esta rápida expansión, los territorios de la Península Ibérica que ahora estarán
bajo dominio musulmán se les conocerá como Al-Ándalus.
Sus
fronteras se fueron alterando a lo largo del tiempo bien por la conformación de
distintos estados islámicos o bien por las conquistas de estados cristianos que
desde el norte irán apropiándose de territorios hasta 1492 en que los Reyes Católicos
conquistarán el último estado islámico de Al-Andalus: el nazarí, el cual
construiría la Alhambra.
Entre
los estados islámicos que se sucedieron en Al-Ándalus tenemos que destacar el
emirato y después califato de Córdoba, momento de máximo esplendor cultural. Le
sucedieron distintas Taifas o reinos menores con capitales en Zaragoza, Toledo,
Sevilla, Málaga, Badajoz… para volver a unificarse con los almorávides y
almohades, en estos casos dependiendo de Marrakech (ciudad situada en el actual
Marruecos), capital política de ambos imperios.
Estos
avatares políticos muestran una compleja realidad histórica en la que se fue
conformando una sociedad que aunaba las culturas anteriores, visigoda e
hispanorromana, con las influencias que llegaban desde los territorios
orientales del Islam.
La
sociedad de Al-Ándalus estuvo constituida por la mayoría de la población
hispanovisigoda que allí estaba establecida en el siglo VIII, a la que se
unieron bereberes del norte de África y árabes que constituyeron el grupo dirigente
y dominante.
La
religión predominante y oficial fue el Islam, aunque se permitía la práctica y
existencia del judaísmo y cristianismo, con periodos de más tolerancia y de más
intransigencia. Muchos cristianos se convirtieron al Islam denominándose muladíes,
mientras que los que mantuvieron su fe cristiana se conocían como mozárabes.
Ahora bien, el conjunto de la población adopto formas de vida y costumbres
musulmanas.
En
Al-Ándalus se produjo un gran desarrollo de las ciudades mediante una economía
de grandes mercados donde se vendían tanto productos manufacturados como los
productos en las zonas rurales del entorno. Los zocos atraían mercancías provenientes
de lugares lejanos a través de las caravanas que surcaban las tierras del
Islam. Incluso, desde las grandes ciudades, se exportaban productos de lujo como
cerámicas o sedas a los territorios del norte de Europa y a todo el Mediterráneo.
A
nivel agrícola llegaron nuevas variedades como el arroz, la berenjena, la
alcachofa y la caña de azúcar, complementando los cereales que ya se cultivaban
con anterioridad. Estos cultivos aumentaron la diversidad de la gastronomía de
los territorios y, además, consiguieron una mayor producción agrícola al
desarrollar los sistemas de regadío heredados de la época romana y visigoda.
La
cultura alcanzó altas cotas durante el período andalusí, conservándose
numerosos monumentos que hablan del nivel artístico alcanzado. Citar la
mezquita de Córdoba, Madinat al-Zahra (ciudad-palacio de los omeyas
cordobeses), la Giralda (alminar almohade de la mezquita mayor de Sevilla), el palacio
de la Aljafería de Zaragoza, los baños del palacio de Villardompardo en Jaén,
la Alcazaba de Málaga, la Torre del Oro, el ribat de Fuengirola, la madraza de
Granada… como ejemplos significativos; pero también fueron objetos suntuarios
realizados con distintas técnicas que se conservan en museos por todo el mundo
y que se han valorado de forma conjunta en distintas exposiciones internacionales.
La
literatura, la música y las ciencias como la medicina alcanzaron altas cotas,
conservándose los conocimientos en bibliotecas como la del califa Al-Hakam II
en Córdoba, valiéndose de la generalización del uso del papel llegado de China.
Esta
alta cultura fue transmisora de los conocimientos de la antigüedad clásica
mediterránea así como otros venidos de oriente, influyendo en Europa y
sirviendo como base para el desarrollo del Renacimiento, momento con el que se
inicia la historia moderna.
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